Guanajuato, Gto.- El concierto con el que empezó la primera temporada 2020 de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG) fue la oportunidad para que el auditorio del Teatro Juárez constatara que el pianista Jorge Federico Osorio tiene una técnica poderosa, una vibrante imaginación y una vigorosa pasión, puesto que la interpretación del “Concierto para piano no. 5 en mi bemol mayor, op. 73” de Ludwig van Beethoven fue memorable.
Con este concierto también iniciaron los festejos del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven, visionario compositor de fama mundial. Bajo la generosa batuta del Director Titular de la orquesta universitaria, Roberto Beltrán-Zavala, la música del compositor alemán cobró nuevamente vida en un rincón del mundo, una noche en Guanajuato en la que los escuchas se sometieron al disfrute de los sentidos que genera la música.
Según el musicólogo Josep Jofré i Fradera, el “Concierto para piano no. 5 en mi bemol mayor, op. 73” corresponde al segundo periodo de la música de Beethoven, el cual rompe con las normas estilísticas de la época y sus obras se caracterizan por una exclamación de emancipación musical.
El “Concierto para piano no. 5” es el último trabajo del género que completó Beethoven, pero no fue el último que realizó, pues existen bocetos bastante extensos y un manuscrito autógrafo interrumpido de sesenta páginas para un concierto para piano en re mayor que trabajó a finales de 1814 y principios de 1815.
Cabe destacar que el talento del pianista mexicano deslumbró en esta inauguración de los conciertos de temporada de la OSUG y no es para menos pues Jorge Federico Osorio es un pianista que ha recibido varios premios y galardones internacionales que incluyen la prestigiada Medalla Bellas Artes, el más alto honor conferido por el Instituto Nacional de Bellas Artes en México.
Además del concierto de Beethoven, la OSUG interpretó la obra “Sinfonía no. 3 en do menor, op. 78” de Camille Saint-Saëns. El estilo ecléctico de Saint-Saëns se caracterizó por una mirada al Clasicismo vienés, y en él se observa la presencia de estructuras cíclicas, el uso de relaciones armónicas preestablecidas y del contrapunto, así como interesantes diseños melódicos y una cierta libertad en la construcción formal.
Saint-Saëns dedicó la sinfonía a la memoria de Franz Liszt, quien murió poco antes del estreno, aunque pudo ver la sinfonía aún sin terminar, manifestando su entusiasmo hacia ella.