Connect with us

RECTOR GENERAL DE UG

Personalidades

RECTOR GENERAL DE UG

RECTOR GENERAL DE UG

 

Dr.Luis Felipe Guerrero Agripino (Nov. 2008)

 

Maratónica, así ha sido la vida de Luis Felipe Guerrero Agripino, quien con un humor ligero, un orgullo profundo por sus raíces y un empeño del que hay mucho que aprender, comparte un poco de su faceta personal, lejos de su papel como rector del Campus Guanajuato de la UG, en una charla íntima que Personalidades trae para sus lectores.

 

Guanajuato, Gto.- Cuando Luis Felipe Guerrero Agripino narra su vida es como si contara lo que experimenta en un maratón: puede decirse que a los 13 años escuchó el disparo de salida y comenzó a correr convencido de no detenerse, acaba de cumplir 40 años de edad y aún demuestra que todas las metas cruzadas no son suficientes.

Fue el último en nacer en una familia numerosa de Silao, como las que eran comunes entonces, su madre Belén Agripino lo tuvo a los 43 años de edad. Desde entonces quedó latente la tenacidad del doctor.

El recién nombrado rector del Campus Guanajuato de la Universidad de Guanajuato es joven físicamente pero su trayectoria habla de un viejo lobo de mar: egresado de la Preparatoria Oficial de Silao, ingresó a la Facultad de Derecho de la institución en la que se ha encumbrado, donde también se tituló como master en Ciencias Jurídico Penales y alcanzó el grado de doctor en tiempo meta en la Universidad de Salamanca, en España.

Su curriculum no sólo acumula méritos como estudiante, sino también como académico destacado en licenciatura, maestría y doctorado, funcionario universitario, pionero, ejecutor e impulsor de la reforma a la Ley Orgánica, y además de todo, integrante digno del Sistema Nacional de Investigadores.

Como abogado ha hecho escuela y experiencia fungiendo como juez en el Supremo Tribunal de Justicia de la Nación, como servidor público en la Secretaría de Gobernación y en la de Seguridad Pública en diferentes etapas, siempre en tiempo récord. Tan sólo a los 22 años fue juez suplente en el municipio de San Felipe, Gto.

Pero antes que toda medalla, Guerrero Agripino iza una sola bandera: “Estoy convencido que quizá la comunidad va a juzgar en su momento si fui un buen o mal rector, no lo sé, lo que sí espero es no dejar de ser un ser humano auténtico”.

Y la autenticidad sólo puede provenir de un origen: el espíritu de lucha que lo ha acompañado en toda esta carrera interminable, impulsado por sus padres, sus hermanos, su esposa y sus tres hijos; por personajes clave en su vida académica y profesional como el ex rector Cuauhtémoc Ojeda Rodríguez a quien define como “su maestro y quien lo ha sido toda mi vida” y otros tantos que, como él dice, si no mencionara “cometería una injusticia”.

Después de conocer este impecable curriculum es imposible entender cómo alguna vez, quien también llegó a ser director de la Facultad de Derecho de la que egresó, estuvo seducido por el sueño americano, irse de ‘mojado’ era el único camino que visualizaba para sí a los 18 años de edad.

“Mientras yo pueda, tú vas a estudiar porque creo que tú puedes estudiar, me dijo alguna vez mi hermana Mercedes, porque cuando terminé la prepa yo había tomado la decisión de irme a Estados Unidos, no becado a estudiar a Harvard, sino irme a trabajar allá; un amigo se fue y dije pues nos vamos”.

“Mi hermana me dijo ‘está bien, es más yo te doy para que te vayas a Estados Unidos pero primero intenta estudiar y si no te resulta entonces yo te voy a pagar si no tienes con qué irte, siempre y cuando intentes estudiar”.

Por fortuna, esto último nunca ocurrió y Guerrero Agripino venció sus miedos e intentó ingresar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Guanajuato, sabía que era difícil lograrlo.

“Yo decía: ‘la Universidad de Guanajuato, es muy difícil entrar, cómo voy yo a entrar a esa universidad, si presentan 600 y quedan pocos. ‘Inténtalo’, me dijo mi hermana, y me fue bien e ingresé a la Facultad de Derecho en 1987”.

Ese intento la ha valido a Guerrero Agripino saborear incontables satisfacciones que comenzaron a evidenciarse desde las aulas: fue distinguido con premios de aprovechamiento académico, el Antonio Torres Gómez, el del Mérito Universitario.

No se cruzó de brazos. Representó a sus compañeros de facultad ante la academia, fue presidente de la Sociedad de Alumnos, presidente de la Coordinadora de Estudiantes de la UG, una sociedad estudiantil que se formó en 1991 y era una asociación que coordinaba los trabajos de las mesas directivas de la universidad. “Fue para mí muy significativo porque de ahí comencé a tener una gran pasión por el diálogo y la comunicación con compañeros que pertenecían a disciplinas muy diferentes a la mía, yo tenía 21 o 22 años y entablar diálogo con compañeros que estudiaban física, medicina, minas, era muy enriquecedor porque me abría muchísimo la visión de un estudiante de derecho”.

 

EL DESPEGUE

Comenzó a trabajar en la abogacía siendo estudiante, lo que le abrió muchas puertas como él reconoce, “tuve la fortuna de ser funcionario en Tránsito del Estado, funcionario en la Secretaría de Gobierno, abogado postulante, de ser juez en el Supremo Tribunal de Justicia en un periodo muy corto. Fueron dos años muy intensos en el ejercicio profesional pues era muy joven y me permitió salir de la universidad y muy joven empezar a tener responsabilidades en la función pública y en la abogacía porque no es sencillo para un muchacho de 23 años llevar un asunto penal, dictar una sentencia penal, no es fácil”.

La necesidad de seguir ‘corriendo’ lo llevó a realizar una especialización en la Suprema Corte de Justicia de la Nación en esta ciudad, al concluir, el Lic. Cuauhtémoc Ojeda Rodríguez lo invitó a trabajar en su Alma Mater para hacer juntos la reglamentación de la nueva Ley Orgánica de la UG, era 1994.

Fue cuando se enfrentó a una encrucijada: despegar en la judicatura o regresar a la que fue su segunda casa, entonces tomó una decisión.

“Renuncié al poder Judicial, me vengo a ser asistente del maestro Ojeda en la elaboración de los reglamentos, era un trabajo muy intenso porque apenas empezaban a tener auge las computadoras entonces trabajé a mano, de ahí empezamos los dos a aprender computación, siempre le he dicho que en eso fui su maestro porque yo aprendí primero que él entonces tuve que enseñarle bien (a usar) la computadora que todavía no aprende bien, a propósito”, relata en tono de broma.

Si alguien se atreve a poner en duda su apego a la UG sólo basta saber que al lado de Ojeda Rodríguez se involucró en la Procuraduría Universitaria de los Derechos Académicos, se hizo profesor adjunto de licenciatura, comenzó a estudiar la maestría en Ciencias Jurídico Penales, era asistente en la elaboración de los reglamentos, “es decir era trabajador, alumno y profesor de la Universidad entonces tenía y tengo por supuesto mucho apego con la institución”.

Como estudiante de maestría se empapa a la par de temas penales pero desde el ámbito del estudio, trabajando en algunos artículos y hasta impartiendo conferencias sobre ese ámbito, la primera la dio a los 25 años de edad.

Luego vino el doctorado en España, para regresar y sumarse al equipo del entonces rector Ojeda Rodríguez como director de Desarrollo Estudiantil, donde conoció de cerca las necesidades e inquietudes del alumnado.

Siguiendo los pasos de su maestro, emigra con él a la Secretaría de Seguridad Pública para desempeñarse como director general de Política Criminal y Prevención del Delito y luego como Subsecretario de Prevención en la Secretaría de Educación Pública.

A pesar de todo el vínculo con la UG se mantenía, a la par de sus actividades en la función pública seguía cumpliendo su labor docente en licenciatura y posgrados y apenas rebasados los 30 ya era autor de dos libros sobre temas penales.

Guerrero Agripino dejó la Secretaría de Seguridad Pública para integrarse a la UG cuando ya era dirigida por el actual Rector General Arturo Lara López, donde obtiene no sólo la plaza como profesor de tiempo completo sino la realización de un sueño acariciado por mucho tiempo.

“Era mi sueño a los 28 años, yo decía ‘yo quiero dedicarme nada más a dar clase y a investigar’, entonces cuando dejo la Secretaría se abre esa gran posibilidad y duro un año siendo un profesor e investigador de tiempo completo, escribo otro libro, tengo la oportunidad de escribir siete artículos, tres de ellos con arbitraje internacional, comienzo a dar clase en otras universidades del país, en San Luis Potosí, en Sonora, en el doctorado interinstitucional en licenciatura, maestría y doctorado, de investigador, fue un año que no puedo olvidar porque fue muy bonito”.

El año 2005 fue un año importante porque en enero lo nombraron profesor de tiempo completo y en agosto le notifican que forma parte del Sistema Nacional de Investigadores.

Posteriormente, el rector Arturo Lara López lo invita a retomar el tema de la reforma a la que dedican jornadas completas.

Al año siguiente asumió la dirección de la Facultad de Derecho, al ser director es designado secretario de la Comisión de Reglamentos del Consejo para darle continuidad a los trabajos de la Ley Orgánica ante el Congreso del Estado.

En 2007, ya con la reestructuración en marcha, decide participar en el proceso de selección de rector de campus puesto que le fue asignado recientemente.

“Cuando me llamaron ante la Junta Directiva para leer el nombramiento, mi primer pensamiento fue cómo hacerle para redoblar más esfuerzos, para sacar capacidad de no sé donde para asumir este gran compromiso, yo estoy muy seguro de mi capacidad, también estoy seguro pero también entiendo la gran responsabilidad, en el trayecto de regreso a mi oficina, que caminé no sé cuántas veces, pasaron por mi muchas escenas de la universidad, sobre todo cuando pasé frente al área donde tuve mi primer cubículo”.

 

EL IMPULSO

“Creo que para ser un buen profesionista, un buen académico, un buen universitario, hay que comenzar por ser una buena persona, una persona íntegra, en ese sentido tengo mucho que agradecerle a mi familia, a mis padres Juan Guerrero y Belén Agripino, a mis hermanos”, reconoce quien cuya madre murió cuando él tenía 24 años de edad.

Guerrero Agripino se siente orgulloso de su origen humilde, en el que su padre hizo de todo: albañil, mecánico, taxista para sostener a 7 hijos, apoyado por su madre que era costurera.

“Para ellos, (sus padres) es producto de un gran esfuerzo que las cosas no se dan gratis y eso es algo que yo creo que sin esfuerzo el éxito no viene y sin esfuerzo no se disfruta, un permanente esfuerzo, una permanente lucha”, dice en referencia a sus éxitos profesionales.

Pero una pieza fundamental en este engranaje ha sido su esposa Marta Patricia Orozco, también abogada y también empeñosa como él.

Cuando él realizaba el doctorado, viajó de España para casarse y regresar como marido y mujer a la Madre Patria, donde compartieron el último año del posgrado.

Guerrero Agripino debía terminar y titularse del doctorado en 3 años, llegó a Salamanca el 24 de enero de 1998 y se doctoró el 25 de enero de 2001, sólo un día después de lo planeado.

Para ello el destino lo puso en una disyuntiva personal: su primer hijo nacería el 11 de enero y el debía viajar a España el 14 del mismo mes, así fue y regresó a Europa para titularse.

“Todos los niños traen una torta bajo el brazo y este niño me trajo el doctorado”, reconoce.

Tienes dos pequeños más Diego de 5 años y Valentina de 2, con quienes comparte los momentos en que no se debe hacer nada, sólo estar, un verbo que define como “maravilloso”.

“Cuando uno ama a una persona, una gran muestra del amor es cuando uno puede estar con alguien sin la gente y sin hacer nada, que el tiempo pase  y que ahí vayan surgiendo ocurrencias para hacer algo juntos.

“He recibido un gran apoyo de mi esposa porque he recibido mucho cariño y mucha paciencia, se requiere tener mucha paciencia, hay quien me dice tú esposa no te ha dicho algo desde que llegaste aquí, pues no he llegado a la casa deja que llegue a ver cómo me va”, bromea.

El doctor Guerrero, como muchos lo conocen, es aficionado no sólo a su familia sino también a la lectura y a correr, pocos saben que todos los días a las 6 de la mañana recorre de 12 a 25 kilómetros, incluso a veces se anima a ir hasta Silao.

“Es importante que los seres humanos siempre tengamos válvulas de escape físicas e intelectuales”, dice quien es lector asiduo de la obra de Milan Kundera, García Márquez, Mario Benedetti, Álvaro Mutis, Eduardo Galeano, Almudena Grande y Ángeles Mastreta, entre otros.

“En ocasiones los seres humanos debemos dejarnos llevar por las circunstancias, yo soy una persona que trato de estructurar todo, trato de planear todo, y el estar, estar, el verbo estar es un verbo maravilloso, el estar con alguien y disfrutar esa compañía, sin agenda previa”, concluye.

 

Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

More in Personalidades

Facebook

Entradas recientes

To Top