ES UN TESTIMONIO VIVIENTE DE CÓMO JUNTOS, PODEMOS DERRIBAR LAS BARRERAS EDUCATIVAS MÁS IMPONENTES
En Dolores Hidalgo, entre los campos se teje una historia de coraje y compasión que trasciende. Rolando, un joven lleno de sueños, ha encendido la esperanza con su valentía y determinación.
Para la familia de Rolando, donde el sustento diario era un desafío, el retorno a las aulas parecía un sueño inalcanzable. Sin embargo, la fe de su madre, Margarita Méndez, y la generosidad desinteresada de las visoras Alejandra, Julissa y María Elena, transformaron ese sueño en realidad. Con lápices y libros en mano, el joven valiente regresó a la escuela, impulsado por el amor y el apoyo de quienes creyeron en él.
Este acto de solidaridad no solo cambió la vida de Rolando, sino que también sembró una semilla de esperanza en el corazón de toda una comunidad. Las visoras, al convertirse en “madrinas” de la educación de Rolando, trascendieron el simple deber profesional para convertirse en agentes de cambio, tejiendo lazos de humanidad y comprensión que perdurarán mucho más allá de las aulas escolares.
La historia de Rolando es un testimonio conmovedor del poder transformador de la solidaridad y el compromiso comunitario, recordándonos que cuando nos unimos en un propósito común, podemos superar cualquier obstáculo.
Hoy, en la Secretaría de Educación de Guanajuato, reconocemos que su historia es solo el comienzo de un viaje hacia un sistema educativo más inclusivo y humano, donde cada niño y niña tenga la oportunidad de alcanzar sus sueños, sin importar las circunstancias que enfrenten. En la solidaridad encontramos la verdadera esencia de la educación, y en el compromiso de nuestra comunidad, encontramos el poder para transformar el mundo.