En el marco de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Guanajuato y del XIII Coloquio de Investigación Filosófica, “Filosofía y fuga. Pensamiento desde el mal bajío”, la Orquesta Sinfónica de dicha Casa de Estudios (OSUG) presentó el programa “La literatura y la Música” en el Teatro Juárez.
Con la batuta de su director artístico, Juan Carlos Lomónaco, la agrupación interpretó obras inspiradas en personajes y temas literarios, iniciando con Ficciones (1980), del compositor mexicano Mario Lavista, a partir del cuento de Jorge Luis Borges, “El acercamiento a Almotásim”. Asombró la polifonía instrumental, particularmente de los violoncelos en un primer momento, donde las y los espectadores pudieron apreciar dos sonidos provenientes de un mismo instrumento en armonía, esto con técnicas de ejecución propias de la música contemporánea.
Enseguida, se interpretó la famosa Suite Don Quijote (ca. 1720), de Georg Philipp Telemann, que narra musicalmente la historia creada por Miguel de Cervantes Saavedra en 1605. Para ello, permanecieron en escena solamente las cuerdas y algunos vientos dando la bienvenida al clavecín, instrumento característico en la música de cámara del siglo XVIII. Esta obra constituye uno de los primeros homenajes a dicha novela, parteaguas de la literatura moderna, a través de una interesante y divertida composición; destaca el episodio dedicado a los suspiros de Don Quijote por su amada Dulcinea del Toboso.
Después del intermedio, una leyenda medieval llegó al recinto con “Preludio y Muerte de amor de Isolda”, parte de la ópera Tristán e Isolda (1859), de Richard Wagner. Con esta, el compositor alemán hizo una declaración musical de principios que daría como resultado la disolución de los esquemas tonales tal y como se habían concebido y practicado hasta entonces; es una de las composiciones más maduras de su catálogo y representa el clímax de su ideología musical.
Mucho se ha dicho que el fragmento de Wagner seleccionado para esta ocasión es la música más desesperadamente desgarradora que se haya escrito, pues no tiene solución en el mundo de la música concebida tradicionalmente. En el concierto, la interpretación destacó por la emotividad del director al concluir la partitura, quien permaneció en un silencio solemne, mismo que mantuvieron la orquesta y la audiencia de forma solidaria.
El tributo literario concluyó con la “Obertura-Fantasía”, parte de Romeo y Julieta (1880), de Piotr Ilyich Tchaikovsky, inspirada en la clásica obra del dramaturgo William Shakespeare. Se dice que, antes de asumir su homosexualidad, el músico se había enamorado de una cantante belga, con quien se comprometió, aunque ella se casó con otro hombre; esta experiencia intensificó el motivo sobre la imposibilidad del amor. Uno de los hallazgos musicales más notables es el uso alternativo de dos acordes disonantes, que simbolizan la tragedia y la muerte en la última sección, así como el rencor irreconciliable entre las dos familias.
A lo largo del desarrollo, la intensidad fue in crescendo con todos los instrumentos y concluyó con una calidad y potencia que puso en pie al público. Sobre todo, se ovacionó el desempeño del director, quien guió las dos últimas obras sin apoyo de una partitura impresa y dejó ver la pasión que la música despierta en ser a través de su expresión corporal, similar a una impetuosa danza en sincronización perfecta con la composición y los instrumentos.
La próxima semana, la OSUG presentará su octavo programa del año, parte de la tradicional celebración de la Semana Santa; este incluirá la Sinfonía no. 26 “Lamentatione”, de Franz Joseph Haydn, y el Réquiem K 626, de Wolfgang Amadeus Mozart y Franz Xaver Süssmayr. El concierto será en el Teatro Principal con la participación de las y los cantantes Minerva Elizarrarás, (soprano), Jharetty Guerrero (mezzosoprano), Brandon Rufino (tenor) y Carlos Alfaro (barítono), en compañía del Coro del Conservatorio de Celaya, dirigido por Isabel Rico.